¿Qué estamos haciendo mal ante los incendios?

Cada vez que ocurre un incendio —en una vivienda, una nave industrial o incluso una planta solar— nos sacude la misma pregunta: ¿Qué estamos haciendo mal?

Nos preguntamos si estamos pensando en lo correcto, si estamos preparados o si, una vez más, hemos caído en la trampa de creer que “eso no me va a pasar a mí”. La cultura de la protección contra incendios sigue siendo débil, marcada por una percepción errónea: la de que se trata de un gasto innecesario porque “la probabilidad es remota”.

Pero cuando el fuego llega, lo cambia todo. En minutos, afecta lo más valioso: nuestro patrimonio, nuestra seguridad, nuestra vida cotidiana.

¿Quién tiene la responsabilidad?

¿En quién recaen las decisiones sobre cómo protegernos? Muy pocas veces acudimos a la ingeniería especializada en incendios. En su lugar, confiamos en productos milagrosos, soluciones incompletas o recomendaciones sin respaldo técnico.

Es como si dejáramos el diagnóstico y tratamiento de una enfermedad a una enfermera —quien, aunque cumple un rol fundamental en la atención, no es quien debe diagnosticar ni diseñar el tratamiento adecuado. En salud, confiamos en especialistas. ¿Por qué en incendios no?

La protección contra incendios no es un accesorio, es un aspecto crítico

Diseñar, implementar y mantener medidas efectivas de protección contra incendios exige conocimiento técnico especializado, una evaluación rigurosa de riesgos, el cumplimiento de normativas específicas y un claro criterio profesional.

No basta con instalar un extintor. Se necesita visión, planificación y compromiso con la seguridad real.

Pensar que “no me va a pasar” no es una estrategia. Hacer las cosas bien desde el principio, sí lo es.